«Ya se nota que los días se hacen más largos», solían decir los hermanos en enero. Se lo decía el uno a la otra, y la otra, al uno; y me lo decía él a mí, y ella, a mí. «Ya hasta San Juan». A veces hasta nos lo decíamos los tres y nos lo contábamos como si fuera la primera vez que nos lo escucháramos, de tan extraordinario que nos parecía. «Ya se nota que los días se hacen más largos», y mirábamos al horizonte, que a veces eran unas casas, y otras veces era el cielo azul cuando por un rato es naranja y empieza a hacerse rosa. Y en septiembre decían: «Ya se nota que los días son más cortos». El otro día miré al cielo y me tuve que decir a mí misma que ya se notaba que los días se hacían más largos. Tan largos como de largo se me está haciendo el día que estoy viviendo desde que ya no volvieron a decírmelo más.